lunes, 19 de septiembre de 2011

El egoísmo, lacra de la sociedad

El egoísmo es la base de la esencia de la podredumbre de una sociedad cada vez más marcada por los individualismos. El yo primero y el tú y el vosotros detrás. El que primero llegue, se lo queda, no repartir, no confiar, no dar, no regalar ni un aliento de frescura a los sedientos de vida, que vagan por las calles como pordioseros suplicando una gota de lo que es tuyo.

Para qué darse a los demás, para qué regalar aunque sea un minuto de tu propio tiempo, escuchando a quien implora y mata por un oído que simplemente realice la función para la que ese día, remoto en el tiempo, fue creado, escuchar.

Por qué no encerrarse en nosotros mismos, en nuestras propias y egocéntricas vidas... mi vida es mía y punto, hago lo que quiero, y lo hago para ser más yo, para conseguir un voraz poder sobre todos los de mi alrededor. Todo el mundo es egocéntrico, todos son egoístas, por qué no lo voy a ser yo, por qué no voy a codiciar lo que otros parece que tienen, y hacerlo mío, y lo que yo tengo no es de nadie, por qué he de compartirlo, por qué.

Si hubiera un más mínimo sentido común, no dejaríamos avanzar al egoísmo que nos cubre como halo oscuro y fúnebre, a este egoísmo que nos lleva a un sólo y único destino que no es otro sino la horrible crueldad avocada a un fracaso más atroz aún.

Debería preocuparnos este sentimiento que avanza en esta sociedad como un cáncer, el egoísmo tan proliferante que trepa hacia el más puro individualismo, recorre arduamente la misma sociedad que le pone trabas. Ahora está todo pensado para el individuo como uno mismo, y no como parte de una sociedad, el Pan Bimbo, ya no es tamaño Familiar, ahora es para los Singles. La misma sociedad que pretende hacernos ver unas utópicas realidades, sin un ápice de valores y lleno de tentadores desenfrenos, es la que nos ofrece productos hechos a medida para el single, para el soltero, para el divorciado, para el separado o el simplemente, el "quierovivirmivida" y "quelesjodanalosdemás".

Me encantaría ver una sociedad en la que el egoísmo es mermado por una floreciente ola fresca y radiante de abnegación a tales fines, de solidaridad... todavía es posible, todavía no nos hemos erradicado, no nos hemos hecho coraza como puercoespín cuando se ve atacado por los carnívoros hambrientos de carne fresca y jugosa, que no es sino lo que estamos convirtiendo esta sociedad con nuestro propio egoísmo. Quiero un poco de altruismo, por favor.

sábado, 10 de septiembre de 2011

Todos los días morimos por dentro.

Todos los días morimos por dentro. La desgana encierra un peligro constante, la comodidad que nos da seguir el curso de la vida marcada por una sociedad cada vez más inerte. La muerte poco a poco nos alcanza a todos los que nos dejamos llevar por la corriente del río de esta burda estampa que no es sino el devenir de un final atroz.

Pasamos desapercibidos en mitad del egoísmo personal de cada yo, de cada vida, de cada momento íntimo o público. El egoísmo encierra la bondad de un ser que sólo quiere sobrevivir, que quiere gritar en el vacío de un metro lleno de gente, en un concierto atestado de masas gritando por un fin, en un bar de borrachos ahogados en una jarra de alcohol que ataja el camino hacia la más absoluta verdad, y la verdad es que morimos.

Todos esperamos la panacea que destroce el rumbo que hemos tomado, influidos por un más alto fin, por un ardiente deseo de felicidad completa que nunca llega, y sólo escuchamos el silencio, el silencio de unos corazones rotos sin rumbo tras despedirse en el andén de una estación. El silencio... silencio... shh.... sólo silencio... es lo que nos hace pensar,divagar, sentir, nos hace ver la soledad del corazón que vaga sin rumbo, dejando tras su paso regueros de tristeza y esperanzas perdidas en una tómbola de pasión por conseguir en final más esperado, la verdad.

Nuestra vida se alimenta de esperanzas infundadas, de los sueños irrealizables de un niño que sólo quiere salir a jugar y alimentarse de colores, sonido y olores. Pero ese niño, se hace grande, tan grande que olvida lo más importante, la persistencia en perseguir lo que quiere, a ese niño le incunan ideologías, valores, respetos infundados, banales bacanales de amor y sexo, le enseñan que no es bueno ir contra el torrente que entre todos hemos formado, aprende que ha de dejar atrás la alegría para sumirse en la más pura decepción constante, en conformarse con que puede estar del lado de los muchos, y del de los locos.

Ese niño, se pierde en el abismo de la sociedad, del vagón de metro que nunca llega a su estación, que se llena y nunca se vacía para dar espacio a los sueños personales. En el olvido de una mente atacada por el Alzheimer, que trata de encontrar su destino, pero que todo se le pone en contra, y termina por darse por vencido y acatar la cotidianidad de la vida.

Sólo quiero volver a ser ese niño, a saber que puedo conseguir lo que yo quiera, a no dejarme vencer por ese caudal de desesperanza y conformismo en que se ven nuestras vidas, a no darme por vencido a no dejar que me tapen los ojos como al pirata en la tabla hacia el abismo de los tiburones que desean devorar la carne fresca de un convicto del conformismo. Solo quiero soñar.